
De esa mágica experiencia, desde lejos conocía a Jaime Torres como “el lobo” o como “el príncipe”, para luego adolescente conocerlo más de cerca. Con diecisiete años -estando en el Liceo de Hombres- me incorporé al Grupo de Teatro que junto a su esposa Cecilia Millar dirigía en la Casa de la Cultura de la Universidad del Norte. Era el “Teatro Independiente” que tenía actores adultos, todos profesionales, yo sólo un “colérico” con la cabeza llena de rulos incorporándome como uno más, actuando en dos obras: “Réquiem para un Girasol” de Jorge Díaz y “La señorita Charlestón” de Armando Moock. Así conocí a Jaime. Fui su compañero de actuación, allá por el año 1967.
Jaime Torres Lemus ha sido el tronco del cual todos los teatristas de alguna u otra manera hemos descendidos. Guillermo Jorquera cuando niño era quien recitaba poesías antes de las funciones de teatro de Jaime. También están los que lo han conocido como profesor, colega o compañero: Iván Vera-Pinto, Sonia Castillo, Luisa Jorquera y otros. Algunos jóvenes lo deben haber conocido como el director de la Escuela Artística de la calle Barros Arana al fondo –o la de cerca del Hospital- en la cual alguna vez fueron a aprender teatro, música, folclor o pintura... Leer texto completo en libro.